Quintos, prófugos y desertores. Galicia, 1808-1890

Resumen

De las variadas obligaciones que el Estado moderno impone a sus administrados, la del servicio militar resultó ser la más gravosa y las más odiada por mozos y familias. En las comunidades locales del noroeste de España, esquivar la conscripción, legal o ilegalmente, se convirtió en un habitus muy relacionado con la emigración y con la tendencia más que secular, convertida ahora en necesidad, de mantener en lo posible alejado al Estado de los recursos locales, en este caso de sus brazos más jóvenes y vigorosos. El artículo aporta nuevos datos para valorar mejor la dimensión del fenómeno y explora sus derivadas sociales, con un poder público que convierte un delito individual en una sanción colectiva (es la comunidad la que responde de los mozos huidos aportando otros tantos como substitutos), que delega en las instituciones locales de gobierno la responsabilidad de garantizar el flujo anual de motores de sangre para cubrir las necesidades militares del país, y que provoca grietas en las colectividades vecinales por las desigualdades y agravios que descubre y que genera. Ofrece también la visión que desde las elites de gobierno se tiene de la cuestión, mediada por variantes económicas, políticas y sociales, además de las militares. El dinero obtenido con las redenciones pasó a ser un imput no desdeñable en la previsión de ingresos anuales, si bien no siempre su inversión fue la más correcta ni dirigida hacia los objetivos previstos inicialmente. Desde el punto de vista político, la teoría que subyace es la de convertir el servicio armado en un ejemplo más de igualdad ante la ley, que sin embargo la praxis niega con rotundidad en buena medida por las hondas prevenciones ante la universalización que manifiestan los mismos actores políticos que en el Congreso debaten la cuestión. La mirada que dirigen aparece marcada por un clasismo descarnado y un elitismo de cariz liberal y paternalista, que no duda en diferenciar entre los grupos populares, a los que supuestamente el servicio beneficiaba, y las clases acomodadas que nada tendrían que ganar con su estancia en los cuarteles.